Experiencias
Mashpi Lodge: El lugar donde todo está vivo
Hace aproximadamente 23 años, Roque Sevilla decidió adquirir 1200 hectáreas de bosque nublado en la región del Chocó, con el objetivo de conservarlas. La anterior dueña de estas tierras fue una empresa maderera, que causaba un impacto ambiental muy alto, además de deforestar la reserva de este espacio biodiverso.
Hace aproximadamente 23 años, Roque Sevilla decidió adquirir 1200 hectáreas de bosque nublado en la región del Chocó, con el objetivo de conservarlas. La anterior dueña de estas tierras fue una empresa maderera, que causaba un impacto ambiental muy alto, además de deforestar la reserva de este espacio biodiverso.
El empresario y exalcalde de Quito conoció de cerca la variedad de sus especies, tanto de flora como de fauna. Quiso crear un lugar donde la gente pueda conocer todo esto, pero a la vez aprender a conservarlo y respetarlo. En el año 2009, comenzó la construcción del Mashpi Lodge y tomó tres años en concluir. Cabe recalcar que ningún árbol fue talado ni removido en el proceso y la gran mayoría de estructuras llegaron preensambladas desde Quito, para reducir el impacto ambiental a su mínima expresión.
Junto al equipo de Revista Inhaus, decidimos averiguar todo lo que este sitio tiene para ofrecer y, a cambio, regresamos con experiencias que difícilmente olvidaremos. Viajamos durante tres horas desde la ciudad de Quito y cuando llegamos nos recibió un paisaje de jungla y neblina, con un poco de lluvia. Todos los sonidos que se juntaban le daban al ambiente un tono misterioso, pero transmitían una paz similar a la que nos da el silencio.
Mashpi Lodge busca ser un negocio sostenible, razón por la cual cerca del 70% de sus colaboradores proceden de las comunidades cercanas. A ellos se los capacita en diferentes aspectos del servicio al cliente y relaciones públicas, incluso en el idioma inglés, que dominan con una fluidez admirable. Dentro del recinto, el staff tiene una casa donde duermen veinte días al mes, también les proveen de tres comidas y ropa apropiada para su trabajo. En cuanto llegamos, descubrimos que Mashpi es mucho más que un hotel de lujo.
Conservación
El personal define a Roque Sevilla como un “conservacionista” apasionado por la naturaleza, especialmente por la botánica. La región del Chocó es un ecosistema en peligro de extinción, ya que el 96% del mismo ya ha sido consumido y deforestado.
El hotel está construido en lo que en su tiempo fue el aserradero de la empresa maderera mencionada con anterioridad, una zona que estaba afectada y que Mashpi Lodge comenzó a reforestar en abundancia.
El bosque nublado de la zona aloja a más de 430 especies de pájaros, dentro de las cuales 35 son diferentes tipos de colibríes. Para poder apreciarlos, el lugar cuenta con un tour de avistamiento en el que además se pueden encontrar tangaras, trepatroncos, tucanes e incluso ardillas. También tienen un espacio denominado Jardín de Colibríes, donde interactúan en su entorno natural.
El Centro de Vida también es un sitio donde se pueden admirar más de 200 especies de mariposas, que han sido identificadas en Mashpi. Se observan en todas las etapas de su vida y desarrollo, además de deslumbrar a los exploradores con sus llamativos colores y tamaños.
Las emisiones de carbono de todas las personas que visitan el Mashpi Lodge son compensadas por las múltiples iniciativas de conservación del lugar. Esto los ha hecho acreedores al certificado de huella de carbono neutra.
Una parte de los ingresos por hospedaje son destinados hacia varios proyectos sociales en comunidades aledañas al lugar, como por ejemplo, la Asociación de Mujeres Emprendedoras de Guayabillas, planes de educación infantil, entre otros. El hotel beneficia directamente a 75 familias mediante sus colaboradores, pero indirectamente a muchísimas más.
Ciencia
Importantes porcentajes de sus ingresos son destinados a un área que consideran prioritaria: investigación y biología. Cuenta con un laboratorio completamente equipado en el que se ha logrado identificar diez especies nuevas para la ciencia, entre plantas y anfibios. De igual forma, se han publicado 30 papers científicos sobre las nuevas variedades.
Su descubrimiento más reciente es la Hyalinobatrachium Mashpi, comúnmente llamada Rana de Cristal Mashpi. Este anfibio puede llegar a medir máximo 2 cm en su adultez y su particularidad es que, como su nombre lo indica, es absolutamente transparente. Si la vemos desde abajo, podemos distinguir perfectamente su corazón latiendo, el torrente sanguíneo circulando por su minúsculo cuerpo y todos sus órganos funcionando a la perfección en un sistema tan pequeño como perfecto.
Cuando llegamos al laboratorio, nos encontramos con una colección de animales de todo tipo: reptiles, insectos, anfibios, que han tenido que sufrir un complejo proceso de disección. Esto los mantiene perfectamente conservados para la investigación y catalogación. Se pueden mirar muy de cerca y conocer las características de cada uno.
Entre los más interesantes encontramos mariposas transparentes y de color azul reflectivo, abejas de colores verde y azul metálico, escarabajos gigantes, alacranes, mantis religiosas y muchos más. Pudimos saludar también a una serpiente que estaba en el laboratorio descansando de una gran aventura, una vez recuperada, volvería a su casa en la selva.
Anderson Medina, investigador de planta y biólogo residente de Mashpi, nos explicó cada una de las particularidades de los animales dentro y fuera del laboratorio. Junto con grandes y divertidas anécdotas, como por ejemplo, del día que guiando un grupo de turistas fue mordido por una serpiente.
Medina nos explicó que dentro del bosque de Mashpi se encuentran instaladas las cámaras trampa, mediante las cuales se puede observar el comportamiento de los animales en su hábitat natural. Entre las especies que llaman a Mashpi su casa están pumas, tigrillos, oncillas, armadillos, osos hormigueros, pecarís de collar blanco, perezosos, serpientes de todo tipo y muchas más. El laboratorio colabora con instituciones académicas tanto a nivel nacional como internacional, entre universidades, fundaciones y laboratorios foráneos.
Turismo
En Mashpi Lodge no hay turistas, hay exploradores. Existen más de 15 expediciones diferentes que los visitantes pueden realizar a lo largo de la reserva, siempre con un guía bilingüe experto en la zona. Se dividen en tres grandes categorías: fácil, intermedio y difícil. En esta ocasión en particular, nuestro equipo tuvo la oportunidad de vivir seis de ellas en una intensa jornada de dos días y una noche.
La primera experiencia se denomina Libélula y consiste en un sistema de teleféricos que transportan canastas con capacidad para cuatro exploradores y un guía. El primer tramo tiene una duración de 20 minutos, en el que pudimos observar el bosque primario de la reserva, es decir, que jamás ha sido intervenido por el hombre. Gracias a sus grandes quebradas e irregularidades en el terreno, se ha convertido en un lugar inasequible por la parte baja, así que lo vivimos a más de 75 metros de altura.
Desde la “góndola” se tiene una vista panorámica de la reserva, que resulta tan imponente como hermosa. El bosque nublado muestra sus mejores galas desde esa perspectiva y los diferentes sonidos hacen que de pronto la vida se transforme en un concepto que casi se puede respirar. Algunas veces pasamos muy por encima de la vegetación, otras estábamos tan cerca que se podía oler y tocar. Árboles de hasta 40 metros nos daban una generosa bienvenida a la selva.
Desembarcamos en la torre 4, en la que comenzamos a ver una nueva parte de la reserva, pero desde el suelo. La caminata no fue por un sendero marcado, la mayoría del tiempo nos trasladamos en medio de un río denominado Magnolia, en honor a una nueva especie de planta descubierta en el lugar. Nuestra sorpresa fue enorme cuando después de 45 minutos de expedición llegamos a lo que los guías denominaron “un jacuzzi natural”, una fosa con agua cristalina de aproximadamente dos metros de profundidad a los pies de una cascada, en la que se podía nadar.
En el trayecto de vuelta al hotel pudimos conocer el famoso árbol de Magnolia Mashpi, con imponentes 50 metros de altura y una edad estimada de 300 años. En cuanto llegamos, nos comunicaron que teníamos media hora para secarnos y volver a encontrarnos en el punto designado para comenzar nuestra expedición nocturna.
En una de las noches más oscuras que hemos visto, nos adentramos en un riachuelo dando pasos ligeros y haciendo mucho silencio para encontrar a los protagonistas de esta experiencia: los animales.
Tuvimos el enorme privilegio de encontrarnos con todo tipo de ranas, incluyendo la de cristal, grillos gigantes, mariposas con colores tornasoles y reflectivos, arañas de varios tamaños e incluso un cusumbo paseándose por los árboles. Pudimos acercarnos a alacranes y orugas que solamente se pueden ver con luz morada. La expedición nocturna es un despliegue de vida y colores que jamás pensamos vivir. Una experiencia no apta para quienes temen a los bichos.
Mientras vivíamos todo esto, la exquisita gastronomía del hotel nos deleitaba y reparaba nuestras fuerzas para la siguiente aventura. Todos los ingredientes que se utilizan para las preparaciones del Mashpi se adquieren a los agricultores de la localidad, resultando en platillos de autor para todos los gustos.
Para finalizar nuestra travesía, abordamos la icónica bicicleta aérea. Con espacio para dos personas. Pedaleamos hacia un imponente paisaje a más de 75 metros de altura, en un tramo de 200 metros de ida y vuelta. En ocasiones traspasamos delgadas capas de neblina, y en otras transitamos las copas de árboles más altos que edificios.
Una vez que recorrimos esta primera parte, nos encaminamos hacia un inminente broche de oro. Subimos muchos escalones hasta llegar a la terraza de la Torre de Observación, una estructura de 26 metros de altura que causa a los visitantes todo tipo de sensaciones.
La vista panorámica e infinita de la jungla en su expresión más pura, tan majestuosa, sobrecogedora y prominente hace que la vida te traspase de maneras incluso violentas. Es inevitable sentir un temblor en las piernas que se traduce en lágrimas de gratitud, impresión y pequeñez ante la imponente naturaleza en sus mejores ángulos.
Estar en esa torre resume la experiencia de este proyecto perfectamente. Nuestra humanidad se hace más evidente, tangible y real. Conecta con nuestras fibras más sensibles, pero también más salvajes.
En el momento en que llegamos a Mashpi Lodge, nos dijeron: “prepárense porque aquí se van a mojar, ensuciar y cansar”. Lo que no mencionaron fue que nuestro espíritu identificaría a sus raíces y querría salirse del cuerpo para correr a formar parte de la vida en su estado más puro, porque muy primitivamente, sabe que nació de ahí.