Cuenca tejida entre montañas

Sombrero de Paja Toquilla © Equipo INHAUS

Esta ciudad no vive del título de "Atenas del Ecuador" que se ganó por su tradición intelectual, artística y arquitectónica; Cuenca vive de su gente.

Cuenca no es una ciudad que se recorre, sevive. Es una ciudad que no se deja atrapar en una sola imagen porque está hechade voces, de memorias, de texturas. Sus ríos que la unen y sus montañas que no solo observan, también la sostienen.

Fundada el 12 de abril de 1557 sobre los vestigios de la antigua ciudad cañari de Tomebamba y más adelante bautizada por los españoles con el nombre de una ciudad castellana, la ciudad de Cuenca. Pero aquí, a más de 2.500 metros de altura, la historia tomó otro rumbo. No solo es Cuenca, también es Santa Ana de los Cuatro Ríos porque el Tomebamba, el Yanuncay, el Tarqui y el Machángara no solo la atraviesan sino que la definen.

Mercado de Cuenca © Equipo INHAUS

Esta ciudad no vive del título de "Atenas del Ecuador" que se ganó por su tradición intelectual, artística y arquitectónica; Cuenca vive de su gente.

Un lugar que alguna vez tuvo apenas 55 mil habitantes y cinco barrios, hoy supera las 600 mil personas. ¿Cómo creció tanto? Según el libro Signos de identidad cuencana, de Juan Cordero Iñiguez, su gente ha sido clave porque siempre ha sido emprendedora: ya que transforma lo que recibe. Como la paja toquilla, que llegaba desde la costa, pero que aquí, con paciencia y herencia, se convirtió en uno de los productos más representativos de la ciudad y del país. Hoy exportado al mundo, es símbolo de identidad.

Catedral de Cuenca © Equipo INHAUS

Cuenca se escucha, se saborea y se hereda

Por eso, la Atenas del Ecuador se mira desde un sombrero tejido por manos que aprendieron sin escuela, se escucha en una guitarra tallada por Luis Uyaguari, donde cada cuerda vibra con la historia de una ciudad que ha hecho música con el tiempo.

Luis, en su vasta trayectoria fabricando guitarras, recuerda a la ciudad en cada instrumento que fabrica; ya sea por sus colores, por el sonido de sus cuerdas, o por esa inspiración secreta que toma prestada de los balcones de esta, como él dice, "hermosa tierra".

Y así como suena, Cuenca también se saborea en un plato de hornado, cocinado en el mercado por una mujer que llevageneraciones entre fogones, como Doña Rosita, quien cuenta que a esta ciudad se lleva en cada bocado del tradicional plato que lleva años preparando.

La capital azuaya es ese lugar donde el pasado no estorba, al contrario, es la fuente de inspiración de todos los que alguna vez han estado en esta ciudad. Donde los oficios no desaparecen, se heredan. Donde lo patrimonial no se encierra en vitrinas, sino que se vive en cada calle, en cada gesto, en cada historia contada.

Juan Cordero Iñiguez © Equipo INHAUS

Catedral de la Inmaculada, fe, piedra y eternidad

Cuenca no tuvo que elegir entre tradición y modernidad, porque supo fundirse con ambas. Donde hay dos catedrales frente afrente y una de ellas, la de la Inmaculada, fue descrita por el obispo Miguel León Garrido, como “una catedral tan grande como mi fe”. Y quizás por eso, no es solo orgullo de Cuenca, sino de todo el Ecuador.

Imponente y serena, la Catedral es un símbolo de fe, pero también de perseverancia: su construcción tomó casi un siglo, entre 1885 y 1975 y aunque su diseño original contemplaba torres que nunca se levantaron, su silueta inconclusa se volvió aún más icónica y se convirtió en el lugar donde Cuenca reza, celebra, guarda silencio y también sueña. 

Porque la fe no se impone: se construye, ladrillo a ladrillo, en cada acto de cuidado, en cada gesto que honra el pasado sin miedo al futuro. La Catedral de la Inmaculada, con sus cúpulas azules tocando el cielo, no solo guarda las oraciones más profundas de los fieles:guarda siglos de esperanza colectiva, de manos que creyeron, de generaciones que vieron en la piedra una forma de eternidad.

Luis Uyaguari © Equipo INHAUS

El arte de cambiar sin perderse

A diferencia de otras ciudades, Cuenca no teme al cambio, lo recibe con la madurez de quien sabe de dónde viene; aquí la modernidad no borra el pasado, lo respeta. La arquitectura contemporánea convive con monasterios del siglo XVI y el arte digital se expone a metros delos bordados tradicionales y es justo ahí donde habita su magia.

A través de sus personajes, sus tradiciones, sus sabores y su historia, este texto intenta abrir una puerta, no para mirar desde afuera, sino para entrar y sentir lo que realmente significa para los cuencanos esta ciudad. Para tocar lo humano que nos conecta con un lugar que para muchos es la mejor ciudad del Ecuador. 

Caminar por sus veredas es transitar por un patrimonio que no solo se conserva, también se habita. Su centro histórico, declarado patrimonio cultural de la humanidad por la UNESCO en 1999, no es solo un museo al aire libre, es un corazón que late. 

Cada calle y cada iglesia centenaria conviven con cafés, librerías y espacios culturales donde el pasado inspira al presente. Cuenca es un contraste, pero también es equilibrio. Es la ciudad que se permite cambiar sin romperse y que se transforma sin perderse porque encuentra en cada rincón un motivo para quedarse.

Este es nuestro homenaje a Cuenca, a esa ciudad que, sin decir una palabra, logra decirlo todo.

Doña Rosita © Equipo INHAUS
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