Hay amaneceres que suenan antes de verse y en Olonesa, el día comienza con un coro de aves y el rugido profundo de los monos aulladores que despiertan a la cordillera Chongón–Colonche. Esa fue la primera imagen de muchas: mientras la neblina se levanta despacio y un valle que parece decir “aquí el tiempo se mueve distinto”.
De refugio familiar a un valle compartido
Patricio Cobos y Marcia Córdova llegaron primero buscando un lugar para la familia: una hacienda, un refugio íntimo. Con los años, fueron sus amigos quienes les devolvieron la pregunta:
“¿Se imaginan lo lindo que sería que más gente pudiera disfrutar de este lugar?”
De esa insistencia nació la idea de abrir las puertas y lo que era un secreto bien guardado empezó a transformarse en Olonesa Reserva Lodge: un valle encantado en Santa Elena, frente a la cordillera y a pocos minutos de las playas de Olón, donde naturaleza y mar conviven como dos escenas del mismo paisaje.
Esa visión también fue impulsada por Fernando Tisalena, director de marca, quien afirma que el lugar “es privilegiado” y que tenía un enorme potencial; por eso fue clave para convencer a Patricio de que Olonesa tenía que hacerse realidad.

El lodge: un lugar para encontrarse a sí mismo.
El lodge se levanta como un pequeño pueblo silencioso: habitaciones amplias con vistas al verde, piscina, jacuzzi y áreas sociales donde la vida se desacelera de forma casi automática. El hospedaje te da el acceso libre a todas estas áreas, pero también la puerta de entrada a experiencias en la naturaleza que van desde caminatas por la reserva hasta recorridos guiados.
Más de cien hectáreas dentro de una extensión aproximada de ciento setenta y cinco habitada por tucanes, garzas, monos aulladores, árboles de laurel, cedro, bromelias, diferentes animales y plantas que aparecen como puntos de color entre la cordillera.
En nuestro paso por los diferentes miradores, los amaneceres fueron un espectáculo obligado. Monos cruzando las ramas cuando el cielo apenas se teñía de rosa, un sol como si estuviera salido de un cuadro y una vista al mar completamente privilegiada.
En la observación de aves tiene nombre propio: José Tomalá, experto que traduce el bosque en historias aladas. Con él aprendimos a reconocer cantos, siluetas y colores; a entender que este lugar es también un paraíso para quienes miran el mundo con binoculares en mano.
Los campos de cacao, por su parte, cuentan otra parte del relato: la del trabajo paciente que se transforma en chocolate, en aromas y en memoria. Hectáreas llenas de cacao nos recordaron el sabor auténtico de lo sencillo: manos, tierra y sol ecuatoriano.

Bruma: la cocina que cuenta el paisaje
En el corazón del lodge aparece Bruma, el restaurante que toma prestado el lenguaje del territorio: productos locales, influencias costeras y de sierra, cocina que mira al mar pero también al bosque.
Aquí los platos llegan como pequeñas postales del entorno: pescados frescos, pulpo al grill sin duda una de sus especialidades y demás creaciones del chef Andrés Robles, que trae una trayectoria increíble en diferentes cocinas y que, desde hace más de un año, trabaja de la mano de Patricio para darle sabor propio a Olonesa.

Village: cuando la reserva se convierte en dirección
Olonesa no se queda solo en el hospedaje ya que a un costado del lodge se dibuja el plano de Olonesa Reserva Village, un proyecto residencial que se piensa a largo plazo: 104 lotes desde 600 m², un House Club con canchas, áreas verdes y amenidades, todo rodeado por más de 100 hectáreas de reserva que permanecerán intactas.
Es, en esencia, la idea de que vivir en una urbanización no tiene por qué estar peleado con habitar un bosque. Un lugar donde la caminata matutina puede ser por senderos frutales, los niños crecen escuchando monos aulladores a lo lejos y atardeceres naranjas marcan el cierre del día frente a la cordillera.
Un lujo que quiere ser responsable
Olonesa ha decidido que su lujo no sea solo estético, sino también ético. El lodge trabaja junto al programa Go Neutral de SICMA Ecuador para avanzar hacia una certificación internacional de carbono neutralidad, midiendo y reduciendo sus emisiones, compensando lo que no se puede evitar y apostando por una operación hotelera que respete el equilibrio del entorno.
Es un gesto coherente con lo que se siente al caminar sus senderos: un lugar que quiere perdurar sin consumirse.

Un lugar que se visita, pero sobre todo se siente
Olonesa nació como un refugio familiar y hoy se abre al mundo sin perder esa sensación de casa. Es lodge, es reserva, es Bruma, es Village; es la historia de una pareja que decidió compartir su valle con otros y de un territorio que pide ser vivido con calma.
Queda la imagen de los monos al amanecer, de las aves que José va nombrando una por una, de la brisa salada que recuerda que el mar está cerca, de las noches en Bruma cuando la conversación se mezcla con el sonido del bosque.
Olonesa es, al final, esa pregunta silenciosa que te llevas de regreso:
¿y si la vida pudiera ser un poco más así, entre la cordillera y el mar?





