En el sur del Ecuador sólo quedan 28 cóndores en el Cajas. Es irónico pensar que ellos eran los dueños de esta tierra y ahora los podemos contar con los dedos.
Hace dos meses, cerca de Cuenca, el cóndor Valentino fue hallado herido, con disparos en la cabeza que amenazaban con silenciar su vida. Pero mientras unos quisieron quitarle la vida, otros lucharon incansablemente para verlo volar una vez más. Estos gigantes del cielo pueden recorrer hasta 160 kilómetros sin batir sus alas, es la muestra más grande de fortaleza que nos regala la naturaleza. Pero más allá de su habilidad para volar, Valentino nos recuerda algo fundamental: nada en este mundo nos pertenece. Cuando creemos ser dueños, olvidamos que somos parte de un todo, y esa sensación de propiedad nos ciega ante la fragilidad de la vida.
Hoy, al liberarlo, sentimos la tristeza por lo perdido y la esperanza de volver a empezar. Que el vuelo de Valentino nos despierte: dejemos de poseer, empecemos a cuidar; aprendamos a admirar la vida y lo que viene con ella. Que sus alas hoy sean el grito que nos impulse a ser mejores, a respetar la existencia en todas sus formas y a recordar que somos guardianes, y no dueños de este mundo.